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(José Luis Restán) Se llamaba Juan Crisóstomo, como el gran Patriarca de Constantinopla. Y no por gusto, hubo de parecerse a él en su resistencia al poder arbitrario del emperador. Si el gran Padre de la Iglesia de Oriente sufrió el exilio por la libertad de la Iglesia, Jan Chryzostom Korec fue perseguido y encarcelado por la dictadura comunista que convirtió a Checoslovaquia en uno de los territorios más oscuros al otro lado del Telón de Acero. El pasado 24 de octubre, a los 91 años de edad, falleció el cardenal Korec, testigo valiente de la fe, jesuita y obispo clandestino, obrero y limpiacristales. Eslovaquia le despidió como a un héroe, pero como él decía: “no me atribuyo grandes méritos, cuanto más pasan los años, más me doy cuenta de que todo lo que es importante se debe a la gracia de Dios”. (...)